Compartimos este relato que nos ha enviado una amiga y mamá, ¡esperamos que os sea útil!
Muchas gracias a la autora, por escribirnos y querer compartir su experiencia con las mamás que nos siguen.
Hoy he hablado con una prima a la que quiero mucho sobre cómo está después de tener a su bebé, y creo que hay algo muy importante que contar a las mujeres que están esperando ser mamás.
No sé si la mente es sabia y por eso hay recuerdos de difumina o borra, o que no se habla de los primeros meses de vida de un bebé porque a veces no es fácil decir algunas cosas.
El amor que sientes por tu bebé es algo impresionante, es como enamorarse de alguien y multiplicar por mil esas ganas que tienes de estar con esa persona a todas horas, de tocarle, escucharle, besarle, dormir a su lado. Esa es la parte bonita que cualquier madre puede contar.
Algunas veces he conocido bebés que comían, dormían o sino estaban en su cuna o donde les dejaban sus padres sin más. Pero mi realidad, la de mi prima y la de muchas familias que conozco es que los tres primeros meses son muy duros, aunque el parto haya sido estupendo, el retoño se haya enganchado al pecho desde el primer momento, no tengas un punto y además tu pareja sea el padrazo del año (menos en esto último, a mi todo me salió del revés).
Ese ser tan pequeñito es nuevo en el mundo, así que tiene que conocerlo y lo hace a través de ti. Así que lo normal es que necesite estar mucho en brazos, dormir cerca, comer cada poco tiempo de día y de noche, olerte, que le cantes, que le acaricies… las 24 horas al día, un día tras otro, tras otro, tras otro…. Así que muchas hemos comido de pie algo corriendo, hemos hecho pis cuando se ha podido, hemos recorrido más kilómetros que un peregrino andando por casa o en la calle con el portabebé puesto.
Algunos lo llaman depresión postparto, puede ser, no digo que no, pero para mi esos tres primeros meses hasta que todo se estabiliza un poco, es la suma de ser responsable de alguien cada minuto, no dormir seguido más de 4 horas en el mejor de los casos, no hacer las cosas cuando quieres sino cuando puedes, no ser tú, y como tenemos en la mente frases como “algo le pasa porque lo normal es que coma y duerma”, “no le cojas que se acostumbra”, “no puedes seguir así que estas cansada”, "si duermes con ella se va a acostumbrar" y muchas más, que hacen que tu cabeza piense que algo estás haciendo mal.
De paso, en todas esas horas que estamos pendientes de nuestro pequeño, con las hormonas alteradas por la lactancia, la recuperación del parto, y todo a lo que nos enfrentamos, podemos dejar de sentir amor infinito unos minutos al día y es todo lo contrario lo que se nos viene a la cabeza, seguido de un sentimiento de “soy una mala madre”
Todo esto es normal, y mientras que lo pasas el tiempo se hace eterno, pero se pasa, el bebé se adapta a la vida, nosotros a ellos, y todo es más fácil. Pero mientras es una aventura extrema.
Todo esto lo cuento porque es bueno estar preparada para sentirte cansada, asustada, sabiendo que hay momentos en los que piensas que todo lo estás haciendo fatal, o que estabas tan a gusto con tu pareja solitos. Y es a esa pareja a la que hay que contarle todo esto, porque su ayuda es necesaria, y es el que se va a llevar las malas caras, las malas respuestas, la desesperación, el cansancio, y aunque puede estar tan perdido como nosotras antes una nueva vida (porque además no hay dos niños iguales), no tiene un cuerpo en recuperación, ni es el que da el pecho, ni es nosotras, así que lo mejor es tener a alguien que te sostenga con mucho amor.
Y no hay que tener miedo a contar en alto como te sientes, pedir ayuda a las asesoras de lactancia, a la matrona o cualquier persona preparada para ayudarte y comprenderte.
Claudia Viso
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